La industria de la inteligencia artificial ha sido testigo de un escándalo que podría marcar un antes y un después en la confianza de inversores y clientes. Builder.ai, una startup británica valorada en 1.5 mil millones de dólares y respaldada por Microsoft, ha colapsado tras revelarse que su tecnología “autónoma” en realidad dependía de cientos de ingenieros humanos. Este caso expone los peligros del «AI washing» en el sector tecnológico y deja en evidencia la necesidad de una mayor transparencia.
El ascenso de Builder.ai y su falsa promesa tecnológica
Desde su fundación en 2017, Builder.ai prometió democratizar el desarrollo de software con su sistema de IA «Natasha». Supuestamente, este modelo permitía crear aplicaciones de manera automatizada y sin intervención humana. Su estrategia convenció a inversores de alto perfil, como Microsoft y Qatar’s sovereign wealth fund, quienes inyectaron cientos de millones de dólares en la empresa.
Sin embargo, documentos internos revelan que detrás de la fachada de inteligencia artificial, cientos de ingenieros en India trabajaban manualmente en los proyectos, ocultando su labor para mantener la ilusión de automatización. Exempleados afirman que recibían instrucciones de simular respuestas de IA y evitar revelar su ubicación.
El fraude financiero que precipitó su caída
El colapso de Builder.ai no solo se debió a su engaño tecnológico, sino también a una serie de irregularidades financieras. Desde 2021 hasta 2024, la compañía participó en un esquema de facturación con la firma india VerSe Innovation, mediante el cual se inflaban artificialmente los ingresos en hasta un 300%. Aunque los informes financieros mostraban ingresos de 220 millones de dólares, auditorías posteriores revelaron que el valor real era apenas de 55 millones.
El escándalo alcanzó su punto álgido en abril de 2025, cuando Bloomberg expuso el fraude. Como consecuencia, Microsoft se retiró del acuerdo y los acreedores comenzaron a embargar los fondos de Builder.ai. . En cuestión de meses, la startup se declaró en quiebra, dejando tras de sí demandas, despidos masivos y una de las caídas más vergonzosas en la industria de la IA.
Consecuencias legales y el impacto en la industria de la IA
Actualmente, la fiscalía de Nueva York investiga posibles cargos de fraude de valores contra la empresa, mientras que la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) analiza si Builder.ai engañó deliberadamente a los inversores. Slack internos muestran órdenes explícitas de los ejecutivos para “minimizar la visibilidad” del trabajo humano.
Además, el colapso ha desatado un debate sobre la proliferación de startups que exageran sus capacidades de IA. El término «AI washing» se ha vuelto recurrente en la industria, señalando aquellas empresas que maquillan su tecnología para atraer inversores sin ofrecer una solución verdaderamente autónoma.
La caída de Builder.ai no solo representa una advertencia para inversores, sino también para el sector tecnológico en general. A medida que la IA sigue evolucionando, la exigencia de transparencia y regulación se vuelve fundamental para evitar casos similares. El desenlace de este escándalo marcará el rumbo de cómo las empresas deberán justificar el verdadero impacto de su tecnología en el mercado.