Llega la próxima gran iteración de Internet: Web3

El rápido crecimiento de las criptomonedas y los tokens virtuales han dominado los titulares de los últimos años. Pero no son muchos los que ven cómo estas modestas aplicaciones se conectan entre sí, en una idea más amplia, que algunos pregonan como la próxima iteración de Internet: la Web3.

Sin embargo, hay muchos conceptos erróneos en torno a este término, entre ellos la confusión de Web3 con Web 3.0.

¿Qué es Web3?

Dado que Web3 es todavía un movimiento en desarrollo, no existe un acuerdo universal entre los expertos sobre su definición exacta. Por otro lado, Web3 se podría concebir como un ecosistema web descentralizado, que permite a los usuarios eludir a los guardianes de Internet y conservar la propiedad de sus datos.

En lugar de depender de servidores únicos y bases de datos centralizadas, Web3 funcionaría como libros de contabilidad públicos en los que los datos se almacenan en redes informáticas encadenadas, apoyándose en la tecnología blockchain.

De esta manera, una Web3 descentralizada cambiaría radicalmente el funcionamiento de Internet: las instituciones financieras y las empresas tecnológicas dejarían de ser intermediarias de nuestras experiencias en línea.

Blockchain en la Web3

La infraestructura basada en blockchain de Web3 abriría posibilidades intrigantes al marcar el comienzo de la era de la economía de tokens, que permitiría a los usuarios monetizar sus datos proporcionándoles tokens por sus interacciones en línea. Estos tokens podrían ofrecer a los usuarios ventajas o beneficios, como participaciones en plataformas de contenidos o derechos de voto en comunidades en línea.

Sin embargo, para entender mejor qué es Web3, hay que remontarse al nacimiento de Internet como plataforma y su evolución a lo largo las últimas tres décadas.

Web 1.0: La web de «sólo lectura»

La invención de Internet se le atribuye al informático Tim Berners-Lee, que buscaba formas más eficaces de compartir información entre investigadores de distintas instituciones. En 1991, lanzó el primer sitio web del mundo, que ofrecía instrucciones sobre el uso de Internet.

Este Internet primitivo permitía vincular páginas estáticas de información en sitios web accesibles a través de navegadores de Internet.

Estos sitios web básicos de sólo lectura eran gestionados por webmasters que se encargaban de actualizar a los usuarios y gestionar la información. En 1992 había 10 sitios web. En 1994, tras la entrada de la web en el dominio público, había 3.000.

Cuando llegó Google en 1996 había dos millones. El año pasado había aproximadamente 1.200 millones de sitios web, aunque se calcula que sólo el 17% siguen activos.

Web 2.0: La web social

Con el siguiente gran cambio, Internet pasó de ser una web de sólo lectura a lo que es hoy: una web de lectura y escritura. Los sitios web se volvieron más dinámicos e interactivos. Las personas se convirtieron en participantes masivos en la generación de contenidos. Todo ello a través de servicios alojados como Wikipedia, Blogger y las más que conocidas redes sociales actuales.

Más tarde, las plataformas como Facebook, YouTube, Twitter e Instagram y el crecimiento de las aplicaciones móviles propiciaron una conectividad sin precedentes.

5 formas en que las Redes Sociales afectan a la ciberseguridad

Estas plataformas se conocen como jardines amurallados o jaulas de oro, porque sus empresas matrices regulan en gran medida lo que los usuarios pueden hacer y no hay intercambio de información entre servicios competidores.

Web3 vs. Web 3.0

Esto nos lleva a la siguiente fase de Internet, en la que muchos desean arrebatar el control a las entidades que han llegado a hegemonizarla. Los términos Web3 y Web 3.0 se utilizan a menudo indistintamente, pero son conceptos diferentes.

Web3 es la evolución hacia una Internet descentralizada basada en blockchain. La Web 3.0, por su parte, se remonta a la visión original de Berners-Lee de Internet, como una colección de sitios web que enlazan todo a nivel de datos.

Nuestra Internet actual puede concebirse como un gigantesco depósito de documentos. Los ordenadores son capaces de recuperar información cuando se lo pedimos, pero no de comprender el significado profundo de nuestras peticiones (¿alguien dijo I.A?).

La I.A como pilar fundamental

Por otro lado, la información también se aísla en servidores separados. Los avances en programación, procesamiento del lenguaje natural, aprendizaje automático e I.A permitirían a los ordenadores discernir y procesar la información de un modo más humano.

Esto daría lugar, presumiblemente, a un descubrimiento de contenidos, intercambio de datos y análisis más eficientes y eficaces. Es lo que se conoce como web semántica o web de lectura-escritura-ejecución.

Las virtudes de la tecnología Blockchain

En el mundo de la Web 3.0 de Berners-Lee, la información se almacenaría en bases de datos llamadas Solid Pods, que serían propiedad de usuarios individuales. Aunque se trata de un enfoque más centralizado que el uso de blockchain en la Web3, permitiría cambiar los datos más rápidamente porque no estarían distribuidos en múltiples lugares.

Entre otras cosas, permitiría por ejemplo, que los perfiles de las redes sociales de un usuario se actualizaran automáticamente en el resto.

La próxima gran iteración de Internet

La Web3 y la Web 3.0 se confunden a menudo porque la próxima era de Internet incluirá probablemente elementos de ambos movimientos: aplicaciones de web semántica, datos enlazados y una economía de cadena de bloques.

A nivel técnico y de usuario, estamos empezando a rascar la superficie; a nivel burocrático, la cosa es mucho más complicada.

Implicación de los gobiernos

Los gobiernos tendrían que elaborar legislación nueva para todo, desde la fiscalidad de la venta de activos digitales hasta la protección del consumidor, pasando por los complejos problemas de privacidad y piratería de los datos enlazados.

Como cualquier cambio tecnológico, siempre surgen críticos de este movimiento, y más de uno ha asegurado que no democratizará Internet. Aunque está claro que hemos llegado al umbral de una nueva era de Internet, nadie sabe qué ocurrirá cuando crucemos esa puerta.

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